La intervención artística en la iglesia de Antezana/Andetxa: símbolo de la vitalidad de un pueblo
Un pueblo sin referencias históricas deja de ser pueblo y se convierte en zona residencial. El edificio más visible de una población pequeña es la iglesia. Su abandono o su revitalización son un símbolo –no el único, ciertamente, pero sí el más notorio– del abandono o revitalización de un pueblo.
Puede ser que los templos no sean ya el lugar priveligado de la experiencia humana y religiosa en las sociedades modernas occidentales, pero siguen siendo espacios que atesoran memoria histórica, cultural y estética. En los templos resuena el eco de la historia de un pueblo, la historia religiosa y la historia profana, porque ambas formaban parte de la misma realidad vivida y compartida.
El pueblo de Antezana/Andetxa no ha podido soportar indolente la pérdida de su patrimonio cultural y vital, y se ha puesto desde hace unos años manos a la obra: la obra de rehabilitación de su edificio más emblemático, condenado al deterioro imparable y la destrucción progresiva, como símbolo de su propia revitalización.
El pueblo de Antezana/Andetxa ha entendido que una iglesia cerrada y condenada a la ruina significa una pérdida cultural, patrimonial y humana de su propia vida e historia.
Resignarse a perder las iglesias como edificios referenciales en los pueblos pequeños significa renunciar a una tradición en la que se inscribe su memoria y perder referentes culturales y vitales que han tejido su historia.
Un pueblo que deja morir su pasado, mata su futuro; porque rompe la continuidad temporal necesaria para construir comunidad y pueblo.
Las iglesias han sido caja de resonancia de la vida de un pueblo, de sus gozos y sufrimientos, de sus esperanzas y de sus esfuerzos; espacios para la celebración de la vida y la muerte, el amor y la reconciliación, el consuelo y la esperanza.
Las iglesias han sido espacios artísticos privilegiados donde se acumulan vestigios pictóricos, escultóricos, arquitectónicos, musicales y literarios que han expresado las visiones del mundo, de la vida y del ser humano en cada época histórica.
Las iglesias han sido palimpsestos donde se han superpuesto estilos, vivencias y sensibilidades diferentes, porque cada generación que se sentía viva quería dejar huella de su paso en el tiempo. Espacios religiosos y culturales al mismo tiempo, cuando la religión formaba parte sustancial de la experiencia personal y social.
El proceso de la secularización, con la consiguiente privatización de la creencia y la pérdida de relevancia social de la religión, ha vaciado las iglesias como espacios de culto ordinario.
Antezana/Andetxa no ha sido una excepción. Pero ese vacío estaba exigiendo, a quien sintiera su deber de fidelidad a la historia no sólo pasada sino también presente de sus gentes, una intervención urgente y creativa.
La iglesia abandonada podría y debería volver a ser caja de resonancia de las vivencias y experiencias de las generaciones actuales como lo fue de las anteriores. Un espacio recuperado para el arte, porque vivimos tiempos estéticos.
La vía estética ha representado antropológicamente un camino ideal para hacer experiencia y expresión de lo más profundo de lo humano y parece ser hoy una vía privilegiada para experimentar las dimensiones más sublimes de la vida. En un pasado no tan remoto la religiosidad ocupaba tradicionalmente ese ámbito, uniendo belleza y creencia.
Hoy la pluralidad de creencias y visiones diversas del mundo y de la vida no impiden, sino al contrario, converger en el disfrute y profundidad de la belleza.
En tiempos secularizados el mensaje humano y religioso puede volver a resonar en espacios eclesiásticos que se hagan eco de la sensibilidad de los nuevos tiempos, respondiendo con renovados lenguajes –plásticos, musicales, artísticos– a la demanda de belleza sublime (no sólo decorativa) del hombre actual.
Los templos abandonados sin alternativa significan el abandono a su vez de un patrimonio cultural y vital de los pueblos, sobre todo pequeños, cuyas historias y relatos no volverán a narrarse en ningún otro sitio.
A este reto quiere responder el proyecto de intervención estética en la Iglesia de San Miguel de Antezana/Andetxa.
Mantener en pie, reconstruir y revitalizar su patrimonio artístico y cultural es un valor irrenunciable para un pueblo que no se resigna a contemplar impotente e indiferente la destrucción de su pasado, toma la iniciativa y se pone en marcha, imaginando creativamente su pervivencia en el futuro y procurando con todos sus medios que los muros de su iglesia no enmudezcan y hablen a las generaciones presentes y futuras como hablaron elocuentemente a las generaciones pasadas.
Diego Bermejo. Universidad de Deusto